Ella se llamaba Masha - o al menos eso decía - y la simple pronunciación de su nombre significaba la formación espontanea de algún tipo de lio, cualquiera que fuese su envergadura, orden o causa. No importaba, ella estaría a la altura de las circunstancias, pero mencionarlo daba de seguro algo a lo que prestar atención y es que ella no era más que una reina de hielo. Fuera por donde fuera que mirases en la calle podías encontrar alguna belleza escultural de medidas perfectas y mirada de cielo. Ella en cambio vestía en cambio otras pieles que no eran las normales allí.
Tenía unos preciosos ojos de gata montes, unos de esos que no logras olvidar jamás una vez te han mirado a los ojos de frente y a quemarropa. Después, podías hacer lo que quisieras, pero esa mirada te perseguía por donde fueses y no te iba a abandonar, reflejada en los espejos, en los escaparates, en todas las superficies que pudieran devolver tu propia imagen acompañada por su presencia. En fin yo solo recuerdo haberla visto una vez y nunca más pude librarme de ella.
Mi obsesión fue mi final. Con el tiempo conseguí algún dato acerca de esa mujer desconocida. Lo primero que me encontré fue su nombre. Me lo dijo un compañero de trabajo. Yo era un guardaespaldas… Uno de esos grandes como una pila de problemas montados unos encima de otros. A pesar de que no era de allí, los rusos me guardaban respeto y yo no causaba muchos quebraderos de cabeza que no estuviesen directamente ligados y relacionados con nada que no fuera mi trabajo.
Me habían contratado después de estar un tiempo en los servicios especiales. Ella fue un flash que me sobrevino en una de mis turnos habituales. Acompañaba a mi cliente el señor X. por una de las grandes superficies de tiendas. Normalmente nuestro horario era por la mañana, A X no le gustaba esperar, a pesar de que donde el compraba normalmente no solía haber clientes. Él se movía deprisa y no esperaba. Era una flecha rápida que se dirigía del coche blindado a su destino y volvía sobre sus pasos a la misma velocidad.
La verdad es que era un trabajo sencillo. Esquivar gente sin perder al objetivo. La gente con demasiada frecuencia le confundía a él con otro de nosotros y nos encasillaban directamente entre miembros de seguridad privada realizando alguna acción. Así que todo era coser y cantar.
Aquella maldita mañana todo sucedió como era habitual, todo menos ella. Ella estaba fuera de escena, como esas mujeres imponentes que atraían toda la atención en las fiestas. Una de las que podías situar en un plano por la cantidad de buscones que iban detrás. Eso sería lo normal… pero no. X entró en la tienda acompañado por el trío J.D, Nicolai y Sombra. Dos junto a él otro de avanzado.
Yo como siempre protegía la entrada y observaba. Eso era mi talento en el trabajo. Observar… y puede ser fácil, pero para mí era distinto. Yo encontraba errores en los patrones de conducta, en las cosas que habían cambiado de sitio o resultaban sospechosas. Tenía una gran anticipación y mi cabeza enferma podía arrojar tantas opciones validas que entre todas ellas estaría siempre la correcta.
Por eso se me pagaba, pero aquella mañana, tenía una cosa extraña. Sentí una terrible punzada en el cuello mientras subía a la 3ª y desde ese momento estuve intranquilo como un perro con una mosca jodiendo. Sospechaba de todo porque rara vez el instinto se me disparaba por casualidad, eso era un mal presentimiento. No yo creía mas en las causalidades y ella no era lógica. Evidentemente así no queda claro, pero si explico que era la chica más radiante del lugar. Con un pelo castaño con matices rojizos y unos ojos de gato. Seguiría sonando igual de chiflado.
La cosa es que no tenía explicación su presencia sino fuera acompañada de algún tipo de hombre, porque nos hallábamos precisamente en una exclusiva galería de ropa donde esa sección estaba reservada exclusivamente a ropa masculina. Ella estaba apoyada en una papelera de metal anexa a la barandilla de la 3ª planta tras haber dejado l paquete dentro, mirándome atentamente, penetrando mis ojos, leyendo dentro de mi cabeza. Escarbaba husmeando entre las opciones alocadas que se iban dibujando. ¿Cómo la encontré?
No tengo ni idea. Tras entrar X. Me gire a la derecha para comprobar directamente lo que quedaría a mi izquierda y que tardaría mas en volver a revisar. Era uno de mis simples barridos de inspección. Comprobación de las plantas superiores de forma casi milimétrica sin tardar más que 2 segundos en cubrir los 180º. Llevaba los 3/4s cuando me tope con semejante dilema. Ella no estaba podía estar allí, no por nada, sino porque era imposible. En el trayecto a la tienda no nos la habíamos cruzado, tampoco estaba en el interior de ninguna tienda porque me habría percatado.
Y la habitual recurrencia a esos servicios ya fuese por X o por nuestra propia cuenta, puesto que nos vestíamos con ropa de allí y así en nuestro rato libre seguíamos trabajando de forma encubierta, ella no pertenecía a la plantilla de ningún establecimiento. Ella no estaba en la recta de la galería ni nos pisaba los talones, no cabía lugar su presencia anómala.
Pero estaba allí. Apoyada como si llevase una vida esperando a nadie. Resignada y dueña de aquel lugar. Y lo peor de todo es que esa seguridad con un sitio requería tiempo y evidentemente yo la hubiese visto (imposible no hacerlo) desde el momento inicial. Era una de esas mujeres que te arrancan el corazón, bailan sobre él un tango con chulería y te lo ponen sobre el pecho con una sonrisa junto a su posterior mueca de que esperabas.
Y me miraba a mí. A los ojos. Era imposible que estuviese allí, pero lo estaba y me desafiaba a algo que no lograba entender. Por supuesto la peor opción era girarme a comprobar la tienda. No había escuchado nada que no fuese la conversación normal y aburrida que siempre realizaba X. Un coctel delicioso de buenas maneras que eran respondidas con una atención rápida y eficaz. Las buenas propinas dependían de ellas.
Pero eso no era asunto mío, si no del trío calavera del interior de la tienda. Lo mío era esa chica surgida de la nada que me amenazaba directamente. Era yo… y lo siguiente mas jodido es que estaba clavado, no hechizado ni ninguna mierda romántica. No… estaba fijado por su mirada. Por lo que yo no ejercía mi labor atender a todo. En ese momento no había flancos, ni posiciones elevadas, ni saltos de la fluidez, ni nada… Todo el mundo entero podría atentar contra mi cliente de un millón de formas distintas sin que yo pudiera quitar los ojos de esa chica.
No se movía, no apartaba la vista a otro lado, no esperaba a nadie con nerviosismo, no hacía nada más que observarme fijamente y la respuesta más sencilla no podía encajar por supuesto. No era que no fuese atractivo. En absoluto, la cosa se basaba en que no encajaba en ese momento, desde lo de su posición incluyendo el centenar de cosas que la sacaban de contexto con una exclamación gigante latiendo fuego. Me miraba penetrándome, besando mis miedos, jugando con ellos hasta convertirlos en dudas. 7.5 minutos exactamente, lo que X solía tardar en su partida perfecta.
Saludo inicial. Solicitud de género ya preavisado vía teléfono. Búsqueda del material mientras mantiene una efímera conversación vida/familia/negocio. Muestra de la mercancía solicitada por el comercial. Desecho de 2 de 6 prendas. Pago + extra complementario. Firma del recibo. Deseos coordínales de fortuna y estrechamiento de manos con leve reverencia. Total 7.5 minutos.) El record lo tenía en 2 min… pero eso no se puede llamar visita, sino simple asalto. Y fue con un reloj con un valor estimado de unoseis$. En nuestra jerga es un 1 y 6 ceros. Una cifra irrisoria que nos encantaba ver firmar como si tal cosa)a. No se probaba nada en el establecimiento. Tenían sus medidas tras la elección tendrían 2 días para realizarlas a medida y mandarlas a domicilio, solamente comprobaba color y tacto del genero con esas raudas visitas.
Pero yo no estaba pensando en eso. Estaba ocupado en la vida del jefe. Sentada sobre la mano izquierda y con la otra jugando con su pelo delante de ese mismo hombro. No podía observar nada más que formase ese conjunto. Miraba sus intenciones y mi cerebro a su vez interpretaba datos de un ángulo de algo más de 90º. Nada fuera de norma excepto ella. La breve visita se hizo un suspiro en el que no recuerdo haber pestañeado ni un segundo. Una gota de sudor frio se había instalado en mi ceja izquierda. Y se deslizaba. Mi cerebro echaba chispas y podía haber un cortocircuito en cualquier momento. Pero no podía dar la voz de alarma a los de dentro.
No era lo establecido en esos casos. La avanzadilla se encargaría de evaluar el riesgo en la salida. Yo solo tenía que prever y cantar. Cantaba posiciones y si llegaba el caso disparaba. Hubiese sido podido batir a Billy el Niño con una mano atada a la espalda. Pero yo solo cantaba posiciones las tres hermanas cubrían y limpiaban. Es muy fácil repeler una oleada. Pero se complica si se producen varias. J.D era x. Sombra y. Nicolai z. Cubríamos una circunferencia perfecta tomando como centro a nuestro objetivo. Yo cantaba el eje y la cifra y ellos actuaban. Podía ser extremadamente rápido con las instrucciones como un zumbido, pero eran buenos chicos y actuaban quizás incluso más veloz. Eran como muelles a punto de saltar en todo momento.
Me encantaba mi equipo. Podíamos cobrar fácilmente unseis al mes entre los 4. Eso era un juego para nosotros y cada uno una joya mejor extraída de cada parte del mundo, fieles perros. Pero ella se había sentado en una papelera en un punto estratégico surgida de la nada y mirado hasta derretirme durante mi espera más agónica jamás realizada. Por el rabillo del ojo percibí la aproximación de J.D y ella sonrió mientras seguía analizándome. Siguió haciéndolo mientras el equipo nos desplegábamos de nuevo a nuestro coche.
Ella sonreía los chicos ni se fijaron en ella porque yo no indique nada sospechoso de mención y la cuadrilla volvió sobre sus pasos a velocidad elevada pero normal al fin y al cabo…
¿Qué cojones te pasa? Gruño J.D a su manga que transmitió su reproche a mi oído. Continuaba mirando a la chica, como esas cuerdas elásticas que se atan a un lugar y puedes estirarlas infinitamente en cualquier dirección. Había andado unos 7 metros desde mi incorporación inmediata y natural al pasar X un pie de la entrada del local. La marcha de la comitiva era la corriente, pero J.D mi sombra a la derecha se había percatado de mi ausencia de atención normal interrumpida por su gruñido.
Explotada la burbuja mire rápidamente a la derecha para interpretar su expresión que encontré rara y cuando volví a mirar un segundo después… no quedaba ni rastro de ella.
Mierda de punzada en el cuello soltando un nada muy forzado… Y volvía a mis barridos con mi cabeza a toda máquina, con un segundo plano mental pensando. ¿Dónde está ella? Dos veces no podía aparecer y desaparecer, no a mi… imposible. Nada paro la escena a la vez que abandonábamos la galería. Fisgaba de un sitio a otro. Obviaba los detalles sin importancia de ser sospechosos, fuera de lugar, conductas erráticas. Miraba amenazas y buscaba entre ellas su pelo y sus ojos.
Chequee todo aquel maldito lugar con barridas esféricas desde los giros de las esquinas y nada. No había rastro alguno. Los chicos me veían tan ocupado como siempre y J. D. volvió a respirar aliviado. Yo buscaba una aguja en un pajar, mi cliente hablaba por teléfono y las hermanas hacían de escudo. Una mañana fantástica y yo pensando en ella… J conducía y yo era su copiloto. Nos conocíamos la ruta tan bien que esquivábamos los baches al segundo y nuestros recorridos eran como los de una pluma en el cuerpo de una mujer desnuda. Fluidos y ligeros. Sin parar si no era necesario.
J.D. rompió su mutismo habitual amparado en el cristal que partía el habitáculo del hummer con la parte de atrás donde iba el paquete y sus dos barreras humanas. X era un director ejecutivo y diseñador de una muy importante compañía de armas que por supuesto tenía un más que amplio equipo de I+d. Él era el jefe de todos y daba tanto trabajo que los otros no respiraban mientras que el disfrutaba de un placentero café. No porque fuera un déspota… sino porque era un visionario. Daba los resultados de las pruebas antes de que se ejecutasen y las correcciones iban 3 o 4 veces por adelantado a lo que fuese a ocurrir. Por lo que con él al mando. Una arma podía pasar de proyectada a efectiva al 100% sin fallos en menos de un mes. El trabajo era una parábola ascendente y él hasta tenía vida propia. Era un genio, pero con justicia.
Esa chica se llama Masha. Yo la vi una vez en una fiesta en la embajada y conseguí esa información de uno de los invitados, corroborándola con el resto. Todos sabían de ella, menos nosotros… veo que ese mal se extiende a tu caso. Yo no sé mucho mas… Pero si sé que a ti se te dará mejor. No tengo ni idea de lo que ha pasado. Ni siquiera quiero saberlo… pero a mí no me ha extrañado porque tú no has dicho nada. Pero estabas cambiado. Nunca te había visto así. Nunca te había visto desconcertado.
Lo sabía. Pero hasta ahí puedo contar. Ella no podía estar ahí y todos la vieron… No estoy loco… quizás si por ella. Aunque lo peor de todo es que esto está a punto de empezar. Siento una punzada en el cuello… incluso desde aquel día huelo el perfume de orquídeas llevado por el viento. Siento el aroma de su mirada mezclado con flores blancas. Sé que está cerca, pero oculta a mis ojos.
Masha es la clave de algo. Una pista en medio de la estepa helada. Conocerla me ha dado dolor de cabeza y más que me ocasionará, pero algo me dice que esté atento. Su sonrisa era de victoria y no se le veía ningún miedo. Me avisaba a mí, exclusivamente a mí y yo no soy nadie.
Sólo un simple observador.
1 comentarios:
Gracias Kramen, no podía empezar el blog de mejor forma... un prólogo perfecto!
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